¿Debería Netflix replantearse su serie «Narcos» en México?

Difusión Lunes 3 de Agosto de 2020

31_narcos1.jpg

Las series que ensalzan a narcos y sicarios como si fueran héroes dañan gravemente a las familias y sociedad, afirma una pedagoga.

Fuente: ALETEIA

éxico sigue viviendo una pesadilla de terror y horror por la lucha sangrienta entre carteles de la droga, va en aumento el grado de violencia y saña con la que pelean los grupos de sicarios de diferentes carteles, por tomar posesión y control de un territorio o una plaza en cada rincón de México, para el trasiego de drogas, como para la venta y comercialización de estupefacientes localmente. Ante esta realidad, hay una mayoría de la sociedad lastimada, traumatizada y herida por esta guerra, ya son cientos de miles de muertos y miles de desaparecidos.

Por otro lado,  hay un grupo social muy grande que ve en las series de narcos y sicarios un entretenimiento fascinante, han convertido las series de “Narcos” y “Sicarios” un éxito en Netflix y en otras plataformas on demand. Los narco-corridos son música norteña que inspira a una cultura de la muerte y falso heroísmo de los jefes de los cárteles. 

Este segmento de la sociedad ve a estos personajes “Narcos y “Sicarios” como héroes nacionales y víctimas de un sistema, y el daño ante esto, es gravísimo. Niños y jóvenes hoy anhelan y desean ser sicarios por el dinero y mujeres adolescentes, sueñan encontrarse con alguno de ellos para que les den lujos y comodidades. Aleteia buscando respuestas ante este fenómeno social, entrevistó a un experta. Conoceremos dónde nacen los sicarios, dónde se forjan y reflexionaremos sobre el daño que causan estas series de televisión y los narco-corridos. 

– Pía, muchas gracias por concedernos esta entrevista para Aleteia. ¿Puedes decirnos tu nombre completo, cuál es tu profesión y tus áreas de especialización?

Hola, Chucho, gracias por considerarme para esta entrevista; agradezco que Aleteia me dé esta oportunidad.

Yo soy María Pía Rodríguez Regordosa, mejor conocida como Pía Rodríguez. En cuanto a mi formación académica, estudié la licenciatura en pedagogía, después la maestría en orientación familiar, luego dos especialidades; una en desarrollo humano y otra en tanatología humanista.

 

Y si bien mi vida profesional empezó por el camino de la educación, luego me fue llevando por la rama de la psicología y tomé algunos diplomados en terapia cognitivo conductual, en formación de las virtudes en la familia, en empresas familiares… Después me entrené y me certifiqué como terapeuta en EMDR, para trabajo con trauma, y soy parte de la red de terapeutas EMDR para Iberoamérica; incluso formo parte del equipo de investigadores EMDR.

La terapia EMDR surgió en Estados Unidos, desarrollada por Francine Shapiro, quien murió en 2019. Ella descubrió cómo a través de la estimulación bilateral ocular se puede ayudar al cerebro a que un ser humano procese las experiencias adversas y traumáticas.

– ¿Qué opinión tienes de las narco-series de televisión y las canciones de narco-corridos?

Aquí estamos hablando de un tema súper delicado porque, por un lado, es una manifestación cultural que refleja un fenómeno que está sucediendo en la sociedad; pero, al mismo tiempo, está desensibilizando del mal que le causa a la sociedad y a todas las personas, incluyendo a los delincuentes, porque no se puede decir que estar involucrados en estas bandas del crimen les dio sentido a sus vidas, los arropó o les trajo desarrollo a sus comunidades; y aunque esto fuera así, un fin nunca justifica los medios: si el fin es bueno, el medio también tiene que ser bueno.

Regresando a estas narco-series, nos hablan de la vida del narcotraficante, pero a veces incluso lo presentan como un héroe. O como una víctima a la que no le quedó de otra. Y al final ya ni fue tan malo, porque era un buen padre que quería tanto a sus hijos, y que promovía tanto el desarrollo.

Entonces se empieza a ver como bueno lo que en realidad es dañino y grave para la sociedad. Entonces ahí los medios de comunicación no están cumpliendo con su visión de formar las conciencias de los niños y jóvenes, contribuyendo en la labor formativa y educativa que dan los padres de familia.

– ¿Consideras que un sicario es una persona herida, lastimada en su infancia, y que pueda estar dando señales de lo que le pasó en la niñez?

Sí, un sicario puede tener grandes heridas emocionales, afectivas, racionales o espirituales en su desarrollo.

Pero la verdad es que todos los seres humanos tenemos algún tipo de herida, y no todo  el mundo es un sicario, un delincuente o un ladrón.

Aquí sí me gustaría ser muy precisa en algo: a veces los medios de comunicación nos están presentando, en películas y en series, la historia del malvado con sus heridas y traumas, y como si fuera una víctima. Y terminas pensando: “¡Sí, claro! ¡Cómo el Guasón no iba a acabar siendo el criminal que era!”, o “¡Es lógico que Maléfica acabara haciendo todo el daño que hacía!”.

Y perdemos de vista que todos ser humano nace siendo un ser libre, con una inteligencia para buscar siempre la verdad, y una voluntad para buscar siempre el mayor bien dentro de las posibilidades que tenga para elegir.

Es decir, que a pesar de los entornos desfavorables en los que puede haber sido criada una persona, que ciertamente lo condicionan, el ser humano siempre tiene la posibilidad de buscar la verdad y el bien, ¡el ser humano es libre, libre pare elegir siempre el bien! Así que no perdamos esto de vista, porque de otro modo estamos justificando estas malas acciones de todos los criminales porque, ¡pobrecitos, cómo no van a hacer todas esas acciones que hacen después de todas esas historias que tuvieron!

– ¿Qué nos puedes decir como experta, en dónde nace un sicario, dónde se forma un ser humano con esa saña, con ese odio y ansia por despedazar a otros ser humano?

Es una pregunta muy compleja de responder, porque muchos matices de la respuesta pueden ser utilizados de manera negativa o ser distorsionados.

México se encuentra en una situación social muy deteriorada, donde hay una carencia de valores tremenda y, por lo tanto, cada vez vemos en las personas más comportamientos terribles, que van contra la dignidad y contra la vida de los seres humanos.

Ante la pregunta “¿de dónde nace un sicario?” es necesario que tomemos en cuenta que, cuando pensamos en los sicarios, los consideramos como plantas silvestres, es decir, que no están vinculados con nadie; y se nos olvida que esos sicarios son hijos de alguien, hermanos de alguien, sobrinos de alguien o padres de alguien; eso quiere decir que vienen de una familia, que fueron educados, formados, criados por alguien. Entonces a la pregunta de dónde nace y cómo se hace el sicario, y cómo se puede evitar, hay que responder: en el entorno familiar.

Lamentablemente hay muchas familias que, lejos de dar una sólida formación a sus hijos, acompañamiento, un equilibrio emocional, una sólida formación humana,  intelectual, racional y espiritual en todos los sentidos, hay abandono, hay rechazo, hay injusticia, hay traición y hay innumerables heridas emocionales, racionales, espirituales y físicas que se van forjando a veces dentro de los entornos familiares porque quienes debieran dar el amor, el cuidado, el cariño, la protección, la orientación y la guía no lo hacen; se desafanan de su misión y de su labor.

Pero sería un error decir que el sicario sólo se hace en el entorno familiar, que así la familia lo crió. Es que no sólo la familia influye en la educación de un ser humano; está, por ejemplo, el entorno escolar; las escuelas deberían ser un complemento a la formación sólida que los padres quieren dar en casa, y a veces no hay armonía entre lo que se ofrece y se vive en la escuela y lo que desean los padres; y esta desarticulación puede provocar graves daños en el desarrollo de los individuos.

Entonces los entornos escolares a veces llegar a ser semillero, cuna de todo esto. Hay algunas escuelas, no todas, que, lejos de ser espacios de crecimiento para el ser humano, se están convirtiendo en sitios donde no se viven los valores, donde se utiliza al ser humano, donde el bullying está creciendo a pasos agigantados, donde se aprenden malas prácticas, donde los maestros no  están ejerciendo su autoridad como figuras sólidas para dirigir a sus alumnos; entonces tampoco están cumpliendo con su misión.

Tampoco es lo único, porque hay muchas entidades en la sociedad –entidades religiosas, entidades culturales, entidades sociales e innumerables entidades gubernamentales y no gubernamentales—que no están proveyendo una sólida formación en valores para los niños y jóvenes ni promoviendo la sana convivencia y el respeto.

Todo esto va en detrimento de la sana formación, relación y crecimiento de las personas; mas toda la tergiversación de valores que estamos viviendo, donde parece que el que busca el bien está haciendo mal, y que el que busca el mal está haciendo bien porque está haciendo lo que quiere.

Se están ofreciendo antivalores, una visión egoísta, hedonista, individualista, relativista del ser humano, en donde parece que cada una  de las personas es el centro del mundo y no puede mirar al otro. Se nos olvida que el ser humano es un ser social por naturaleza, hecho para amar, relacionarse y servir a los demás. Y, al querer servirnos de los demás y colocarnos nosotros como el centro o eje de todo el mundo, perdemos de vista que estamos en el mundo para ser felices junto con los otros. Los propios medios de comunicación a veces promueven una serie de criterios que, lejos de formar el valores y promocionar el bien entre los niños y adolescentes, están promoviendo esta desvinculación.

– Pía, vivimos aterrorizados por lo que hacen los sicarios. El grado de perversidad y maldad en lo que hacen es gravísimo, es decadente: matar, decapitar… Y no sólo a adultos, sino que ya también van contra niños y bebés. Estamos viendo un grado de degradación humana y social sin freno. ¿Cómo un ser humano puede cometer esas atrocidades? ¿Y un sicario puede disfrutar con el dolor que le causa a su víctima?

Un sicario puede estar disfrutando del dolor que causa en su víctima; y entonces estamos hablando de un trastorno mental, que requiere de una intervención psiquiátrica, ya que padece una deformidad de conciencia tremenda en donde no es capaz de regular su comportamiento al ver el sufrimiento del otro, ni tiene una capacidad de discriminar el bien del mal, ni la mentira de la verdad. No hay asomo de culpa, no hay asomo de vergüenza ante el daño ocasionado.

Todos los seres humanos cometemos errores y dañamos a otros, pero nos surge culpa o vergüenza, y eso nos hace pensar o meditar, corregir el comportamiento y pedir perdón. Pero estos delincuentes, que actúan de esta manera, parece que no tienen asomo de vergüenza ni de culpa; y esto es muy probablemente porque son seres humanos desvinculados. No hay que ver esto como algo natural, sino como algo enfermo.

Ahora bien, este grado de maldad no surgió de un día para otro; es algo que se va formando en todo un proceso; o más bien deformando en todo un proceso, porque hay una terrible deformación de la conciencia.

La conciencia, si es formada de forma recta, sabe diferenciar el bien del mal. Pero en una conciencia escrupulosa se le puede dar una connotación de malo o negativo a todo, y eso es una deformación de la conciencia. Y hay otra deformación de la conciencia, que es cuando resulta una conciencia laxa; y eso viene de una mala educación, de una mala instrucción, un mal acompañamiento, y de toda una suma de experiencias que van desensibilizando la conciencia, la cual al principio sí mostró vergüenza y culpa, pero que luego fue acallando hasta que no quedó ni asomo de culpa.

– La fe en Dios o las creencias religiosas ¿cómo pueden influir en un sicario, en un narco, en un delincuente? Porque hemos visto que algunos son adoradores de la “santa muerte”, otros de la Virgen de Guadalupe, o de san Judas Tadeo… En fin, tienen sus propias creencias. ¿Cómo puede la fe en lo divino influir en un sicario?

Es importante distinguir el don de la fe, como la virtud teologal que Dios regala a las personas, de la creencia distorsionada que los sicarios viven. Ellos sí tienen una creencia religiosa: adoran a la «santa muerte”, o adoran a san Judas Tadeo; pero no adoran a Dios como el Bien mayor, ni su corazón anhela vivir en la virtud.

Fuente: ALETEIA

Dejá tu comentario