“No puede haber política sanitaria sin política social”

NOTA DE OPINIÓN Jueves 24 de Julio de 2014

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Dr. Carrillo Ocampo

El paso por la Escuela Primaria y los actos escolares han dejado una marca indeleble en nuestra forma de apreciar la historia argentina. De manera tal, que prácticamente reducimos el ámbito de aplicación de la palabra PROCER a las jornadas de Mayo de 1810, o a lo sumo a la Guerra de la Independencia Argentina (1810-1825).

Autor: Rodolfo M. Lemos González

Nos cuesta mucho animarnos a descubrir un patriotismo valiente que se llevó adelante con un heroísmo que iba mucho más allá del mero cumplimiento del deber en personalidades contemporáneas. Estas son las características únicas en las se encuadra un PROCER, un HÉROE NACIONAL digno de imitar y a quien el pueblo entero debe rendirle los honores que merece por su entrega personal en pos de un ideal superior. 

El siglo XX en la Historia Argentina antes que nada fue un periodo histórico cargado de turbulencia. Pero en medio de esas idas y venidas, surgieron algunas personalidades dignas de una mención especial. Algunas de ellas, a veces las menos recordadas, supieron escuchar el llamado de su patria herida, y corrieron a cumplir con su deber, entregándolo todo, sin esperar nada a cambio. Uno de esos grandes protagonistas de aquellas horas de tensión fue un médico, su nombre era Ramón.

Nacido en la provincia de Santiago del Estero, en el caluroso marzo de 1906. Sería el mayor de los once hermanos de la Familia Carrillo. Criado en el seno de  una familia acomodada, pudo cursar sin dificultades sus estudios primarios y secundarios en su provincia natal, para luego marchar inmediatamente a la Capital del país para recibirse de médico. Alumno brillante, y de ávida vocación de servicio como ha habido pocos, se recibió  de Médico a la edad de 23 años, siendo Medalla de Oro de su Promoción.  Inspirado por sus profesores, de los cuales siempre se ha destacado al gran médico neurólogo Christofredo Jakob, se decidió por dedicarse a la Neurología. A Jakob, gigante de la incipiente neurociencia (alemán de nacimiento, pero erradicado en Argentina) se lo considera el fundador de la “Escuela Neurobiológica Argentino-Germana”. No es extraño que al poco tiempo de haberse recibido de médico, Carrillo apasionado del estudio, se encontrara investigando junto al mismo Jakob. Carrillo sería el siguiente gran referente que tuviese esa afamada Escuela de Neurobiología, de la cual surgieron importantísimas investigaciones sobre las células cerebrales que no son neuronas, que implicaban tanto su desarrollo en el cerebro humano, como métodos más eficaces para su estudio científico.

Entre 1930 y 1945 el Dr. Carrillo se consolidó como uno de los más grandes Neurocirujanos que ha tenido la Argentina en toda su historia, siendo mientras vivía uno de los mejores del mundo.

Sin embargo en 1944 abandonó abruptamente su carrera como investigador, y también como médico profesional en el área privada. Nunca más atenderá de forma particular como médico neurocirujano a la elite porteña y del resto del país como lo hacía hasta entonces.

 De allí en adelante el país entero vería con asombro surgir la faceta más humana del Dr. Carrillo. Durante toda su carrera, Ramón Carrillo había demostrado siempre un gran interés y compasión por aquellos que por razones económicas no podían acceder a medicina de primer nivel. Más de una vez operó prácticamente sin cobrarle nada al paciente. Pero fue durante investigaciones personales realizadas sobre relevamientos estadísticos entre 1942 y 1944 que su norte profesional cambió de manera contundente.

Ante sus ojos las cifras y los números que contemplaba contradecían lo que había aprendido durante tantos años de medicina… Con gran sorpresa advierte que mientras sus investigaciones avanzadísimas sobre conectores y células  neurocerebrales sólo podían ayudar a solucionar un número extremadamente  reducido de malestares, y por consiguiente de pacientes, son otros los factores que flagelan la salud de gran parte de la población… Niños desnutridos, muerte de hombres y mujeres por beber agua en mal estado, chagas, tifus, gripes mal atendidas, pulmonías agravadas… En ninguno de estos casos su ciencia neuronal podía brindar consuelo o remedio alguno.

Ante los ojos de Carrillo aparece transparente la gran contradicción Argentina… Dos países diferentes. Dos mundos totalmente distintos, que coexisten temporalmente en un mismo territorio...

Mientras una minoría acomodada, perteneciente a una elite económica y aristocrática vivía con plenitud los avances tecnológicos propios de la cuarta década del siglo XX, la gran mayoría de obreros pobres que habitaban el suelo argentino vivía en condiciones penosas de salubridad. La asistencia estatal en aquel entonces era casi inexistente, y los más humildes vivían y morían en condiciones espantosas. Para asombro de muchos, y de él mismo, había regiones del país en donde la gente aún vivía en un estado de salubridad más cercano a la época colonial que a la mitad del siglo XX. El propio Carrillo en lo personal se sintió hondamente frustrado, y por qué no, hasta interpelado. Su afanosa búsqueda intelectual por la excelencia, que algún día tal vez se habría visto coronada con un Premio Nobel como fue el caso de Bernardo A. Houssey (Nobel 1947).  El país, esa gran masa de argentinos que nacían, vivían, y morían al margen de los grandes sucesos (al menos hasta ese momento) no necesitaban un Premio Nobel. Necesitaban lo que Ramón Carrillo supo denominar como un “médico sanitarista con un marcado compromiso social”.

No es casual que el destino lo haya querido acercar  en 1944, casi de forma accidental al entonces Secretario de Trabajo del Gobierno de Facto (Revolución 1943) el Coronel Juan Domingo Perón. Este oficial del Ejército Argentino, que ya entonces demostraba todos los días una clara vocación por construir una patria más feliz para el pueblo argentino quedó muy impactado por las ideas, hasta cierto punto revolucionarias, que traía consigo el Dr. Carrillo.

“(…) De nada sirven las conquistas de la técnica médica si ésta no puede llegar al pueblo por los medios adecuados…Todos los hombres tienen igual derecho a la vida y a la salud.” (1946).

Aunque Carrillo no pudo ver materializadas sus ideas durante el Gobierno de Facto que duró hasta las elecciones presidenciales de 1946, si en cambio fue convocado por el electo Presidente Perón para ocupar el Ministerio de Salud de la Nación, con el camino libre para implementar un Plan de Salud que cambiaría para siempre la Historia Argentina.

“Los problemas de la Medicina como rama del Estado, no pueden resolverse si la política sanitaria no está respaldada por una política social. Del mismo modo que no puede haber una política social sin una economía organizada en beneficio de la mayoría (…)” (1947)

De forma tenaz llevó adelante un plan enfocado en brindar un nivel de vida “un poco” mejor para las grandes masas obreras argentinas, que habían permanecido durante décadas enteras al borde de la planificación estatal, y siendo en cambio al mismo tiempo los principales impulsores de la construcción de la Nación. La consigna de Carrillo como Ministro era clara: erradicar las enfermedades sociales. ¿A qué se refería? No podía haber en la Argentina de 1946 poblaciones que sufrieran flagelos sanitarios frutos de beber agua contaminada, por ejemplo. De esta forma, elementos básicos como es agua, no digamos corriente, al menos potable, salvaron las vidas de miles y miles de argentinos a todo lo ancho y largo de esta gran patria argentina. El año 1946 sería un año muy especial para Carrillo tanto en su vida pública como privada. Mientras en el ámbito público se convertía en Ministro de Salud de la Nación, en su vida privada contraía matrimonio con Isabel Susana Pomar. Sus padrinos de boda fueron el Presidente Juan D. Perón, y su esposa Eva Duarte. Con ella el Dr. Carrillo tuvo cuatro hijos en los años siguientes.

La obra fue colosal. Desde la fundación de nuestra patria como la conocemos en aquel legendario 25 de Mayo de 1810, hasta nuestros días en pleno 2013; ninguna, reitero, NINGUNA gestión estatal ha sido tan formidable desde la esfera médica… Fue una labor arrolladora, hay incluso muy pocos casos comparables en todo occidente que tengan algún punto de comparación… Jamás desde la llegada de los españoles a América, los habitantes de estas tierras, sean indios, negros, criollos, gauchos, hombres de toda clase y color habían visto desplegados frente a sus ojos todos los recursos disponibles del Estado para llevarles el nivel de salubridad que toda persona se merece… No hay palabras que alcancen para describir la magnitud de la emoción que albergaron tantos argentinos en aquellos años… Emociones y sentimientos cuya fibra llega hasta nuestros días… Apenas si podemos expresar con palabras el legado expuesto en obras, ya que la cantidad de vidas cambiadas y rescatadas durante esos años, y todas las personas que se vieron beneficiadas por esa gestión hasta nuestros días escapa a cualquier cálculo estadístico…

A grandes rasgos los avances más importantes durante la fructífera gestión de Carrillo fueron:

  • Duplicó el número de camas hospitalarias existentes en el país, de 66.300 en 1946 a 132.000 en 1954. (Nunca más en la Historia Argentina, sea cual fuera el tipo o color de gobierno que tuvimos hubo un salto tan impresionante en la cantidad de personas que pasaron a estar de una situación de casi abandono sanitario a estar bajo la protección directa del Estado en cuanto a salud se refiere).
  • Inauguró 234 hospitales gratuitos. (En apenas 8 años de Gestión como Ministro. Es decir el Dr. Carrillo inauguró nada menos que 30 Hospitales por año. Y eran Hospitales de verdad, obras que perduran hasta nuestros días: Edificios imponentes, con una mirada puesta en la posteridad y en el uso práctico de varias generaciones de argentinos. Para este cálculo no se computan todos los que quedaron tan sólo como proyectos, o estaban a medio hacer y  fueron demolidos luego de la Revolución Libertadora de 1955).
  • Erradicó en sólo dos años, enfermedades endémicas como el paludismo, tifus, y tuberculosis. (Las últimas dos relacionadas con estilos de vida insalubres cercanos a un nivel más propio de fines de siglo XVIII que de mediados del XX). 
  • Las enfermedades venéreas, en especial la sífilis, prácticamente desaparecieron.
  • Redujo a la mitad la mortalidad por tuberculosis y la mortalidad infantil. (En el primer año de Gestión como Ministro).

Y esto es sólo lo referido a su hacer desde el punto de vista del Estado, recordemos que el Dr. Carrillo encontró también una gran aliada en la Fundación Eva Perón que puso a su disposición importantes recursos  que permitieron entre otros llevar adelante los siguientes proyectos:

- 30.000 camas más a diferentes hospitales.

- 3 Hospitales Policlínicos ubicados en provincia de Buenos Aires.

- Tren Sanitario Argentino.

“La medicina moderna tiende a ocuparse de la salud y de los sanos y el objetivo principal es ya no curar al enfermo sino evitar estar enfermo. (…) La medicina no sólo debe curar enfermos sino enseñar al pueblo a vivir, a vivir en salud y tratar que la vida se prolongue y sea digna de ser vivida. (…) Las tareas de los higienistas no rendirán frutos si previamente no se consolidan las leyes obreras destinadas a dignificar la tarea en fábricas y oficinas, a mejorar sueldos y salarios y lograr los beneficios de jubilaciones y pensiones. (…) A los fines de la Salud Pública, es más importante proporcionarle a la madre los medios para que, una vez que tenga al hijo, pueda defenderse de las contingencias posibles, o bien otorgar al padre los medios materiales para atender al nuevo hijo. (…)” (1948)

Lamentablemente el final de la vida de este gigante de la medicina popular no tuvo relación alguna con todo lo que este hombre hizo por su país.

Enfermo de una dolencia entonces incurable relacionada con su problema de híper tensión mal tratado, a  finales de 1954 decidió renunciar a su cargo como Ministro de Salud. Viajó a EE.UU con la esperanza de ser tratado y curarse. El 15 de Octubre de 1954 se embarca con toda su familia rumbo a los Estados Unidos. Allí le habían ofrecido una beca para estudiar un nuevo antibiótico, y creía posible hallar en el extranjero una solución para su dolorosa enfermedad. El problema que sufría el Dr. Carrillo (hipertensión arterial maligna) algunos lo atribuyen como una muy posible secuela de un grave caso de difteria que padeció a la edad de 31 años. Como consecuencia de esta enfermedad el Dr. Carrillo en muchas ocasiones no podía levantarse en todo el día de su lecho a causa de horribles dolores de cabeza. Por aquel entonces, al iniciar su viaje a EE.UU, el Dr. Carrillo tomaba 8 pastillas de aspirinas por día. Su estadía en los EE.UU no duró más que la beca que le habían ofrecido. Estuvo allí prácticamente un año, donde pudo trabajar en el desarrollo del antibiótico antes mencionado, y encontró formas de lograr una leve mejoría en su salud física.

Como si se tratara de una pesadilla, comenzaba en ese momento una larga serie de reveses que se irían sucediendo uno tras otro en la vida de Ramón Carrillo y de su familia.

La beca para estudiar en EE.UU había incluido los boletos de ida, pero no en cambio los boletos de vuelta a la Argentina. El sueldo de la beca era bastante limitado, y apenas si cubría los gastos de la estadía de la familia Carrillo en el extranjero. Al momento de decidir emprender el regreso al a Argentina a finales de Agosto de 1955, Ramón Carrillo apenas si contaba con ahorros suficientes como para costear el viaje de vuelta. Una abrupta huelga portuaria en EE.UU retrasa durante varios días su regreso. Levantada la huelga, la empresa naval que lo traería de vuelta no le reconoce el valor de los pasajes vencidos. Atónito, Carrillo y su familia se encuentran literalmente varados en la costa norteamericana. Para esa fecha comienzan a llegar a los titulares norteamericanos las noticias del Golpe de Estado acaecido en la Argentina en Septiembre de ese año. Con desesperación escribe a su hermana pidiendo saber qué estaba pasando en su país, y pidiéndole que le mande dinero para volver. Su hermana le describe un panorama atroz: con la renuncia de Perón, y una facción militar anti-peronista en le gobierno ha comenzado una feroz ola de violencia represiva. Su hermano, que no tenía cargo alguno en la función pública, ha sido encarcelado por el sólo “crimen” de su filiación sanguínea con el ex- Ministro del depuesto gobierno justicialista. Hay muertos y saqueos, en lo que rápidamente se convierte en una cruel revancha teñida de caos y sangre. (Historiadores estiman que para mediados de 1956 la suma de fusilados por motivos únicamente políticos superaba la cifra de 2000 personas). Su casa es completamente saqueada y ultrajada en los primeros días de la autodenominada “Revolución Libertadora”. Carrillo comprende que su retorno a la Argentina en dichas circunstancias es inviable. En su patria, el nuevo gobierno formado por una formula militar encabezada por el General Eugenio Pedro Aramburu presenta cargos contra el ex Ministro de Salud por “enriquecimiento ilícito” y “malversación de fondos”. Mientras tanto, hacen correr rumores absurdos para desprestigiarlo diciendo que en el patio de su casa tenía a varios enfermos mentales trabajando de forma inhumana en su provecho, así como otros aseveraban la existencia de extraños proyectos que presentaban a Carrillo como una especie de “doctor loco”.

El gobierno impidió que desde la Argentina le llegara cualquier tipo de ayuda económica a la familia Carrillo en el extranjero. La situación se volvió aún más espantosa cuando al Doctor lo desalojaron de la pensión en la que vivía con su familia por falta de pagos, sin tener a nadie a quien recurrir para pedir ayuda. En la última carta que le escribe a su hermana, le comenta que lamentaba estar tan disminuido físicamente porque ni siquiera era apto para trabajar como mozo o ayudante de cocina en algún bar o restaurante.

“(…) A fin de mes nos echan de la pieza, departamento en el que vivimos amontonados. No tengo con qué pagar los comestibles. Nadie ayuda aquí. Vivo con dolores de cabeza. De allá la noticia más alentadora es de que en cuanto llegue me meten preso, no sé por qué carajos. No tengo plata para volver. Podría trabajar de mozo de café o de ayudante de cocina, si consigo. Pero realmente, desde el punto de vista físico no estoy capacitado (…)”. Fragmento carta a su hermana. (1955)

Milagrosamente, sin que ningún historiador haya podido establecer bien cómo, gente cercana al Presidente de los EE.UU Dwigth D. Eisenhower supo de la penosa situación del prestigioso médico argentino, y le ofreció ayuda urgente a través del senador republicano Joseph McCarthy (famoso por haber iniciado un proceso de “caza de brujas” para combatir el comunismo en la sociedad americana). Una vez que la familia de Carrillo se encontró de nuevo hospedada, McCarthy le ofreció un trabajo como médico rural en la selva amazónica, trabajando para una empresa minera norteamericana que poco tiempo después se instalaría allí. El trabajo era temporal, y en esa última labor de su vida el Dr. Ramón Carrillo encontró otra forma nueva de llevar un poco de felicidad a rincones oscuros del continente americano.

Trabajó durante un año  como el  médico en medio de la selva, en una zona inhóspita cercana a  la ciudad de Belén, Brasil. Allí ejerció como profesional, pero de una forma muy distinta a la que lo había hecho durante toda su carrera. Durante todo ese tiempo vivió austeramente en una tribu de indios Caboclos. Estos indígenas vivían apenas un poco mejor que cuando los portugueses llegaron a las costas brasileñas, cuatrocientos años antes… Nunca habían visto allí a ningún médico de ningún tipo. La llegada del Dr. Carrillo a esa pequeña comunidad tribal significó el primer contacto  que estos seres humanos tuvieron en toda su historia con  la medicina moderna.  Con Carrillo les llegaron no sólo vacunas y remedios, si no también consignas prácticas para hacer de la rutina una vivencia un poco más saludable. Junto con los frasquitos de medicinas, parecía que el Dr. Carrillo también era capaz de llevarles un poco de dignidad a esos pobres seres humanos olvidados de la mano de Dios…

Albergado en una precaria choza que le construyeron los indígenas al Doctor, Carrillo escribió  su obra escrita más trascendente desde el punto de vista humanístico: “Teoría General del Hombre” (publicada por primera vez en 1972).

Carrillo de vez en cuando viajaba a la ciudad de Belén para comprar medicamentos, periódicos, y enviar cartas a su hermana en Argentina. Con cierta ingenuidad esperaba que con el paso del tiempo la ira inicial de la Revolución Libertadora se desinflamara, y levantaran los absurdos cargos en su contra. A tal fin envió a su hermana un breve texto para que fuese publicado a modo de solicitada en diario “La Prensa” a comienzos de 1956. Lejos de hacerle lugar a sus justos reclamos, el gobierno solicitó la extradición de Carrillo al gobierno de Brasil, explicando que se trataba de un delincuente prófugo de la Justicia. Los rumores que los anti-peronistas hacían circular en torno a la persona del Dr. Carrillo eran cada vez más penosos. En algún momento hasta se llegó a comentar, y luego presentar cargos judiciales por el “robo de nafta para su uso personal”.   En sus últimos meses de vida, cuando los pagos de la empresa norteamericana se hicieron cada vez más distantes, y parecía que finalmente la empresa no se instalaría en la zona, el Dr. Carrillo se acercó a pedir trabajo al Hospital Santa Casa de la Misericordia, que dependía del Gobierno brasileño. Las autoridades del Hospital llenaron una planilla con sus datos a modo de solicitud, pero días después cuando Carrillo volvió le dijeron que no tenían ningún puesto para ofrecerle. Carrillo les contestó que no necesitaba cobrar un sueldo a tiempo completo, que podía atender consultas uno o dos días a la semana. “Sólo necesito una oficina”, habría expresado el médico argentino. El director del Hospital le indicó que en todo el espacio libre que tenía en el edificio era una esquina debajo de la gran escalera central. “Bueno, voy a necesitar una mesa y una silla. El resto lo pongo yo”, contestó Carrillo, quien de allí en adelante atendió diferentes consultas de forma esporádica desde ese rincón debajo de la escalera. La administración del Hospital le pagaba un sueldo similar al de un médico pasante, como si se tratara de un estudiante… Fue en una de esas tardes calurosas en que atendía en el Hospital de Belén, el 1ro de Diciembre de 1956, cuando  sufrió un grave derrame cerebral producto de su tensión altísima. Permaneció en una sala secundaria del Hospital, acompañado a ratos por su familia, totalmente inconsciente y con su cuerpo parcialmente paralizado. Falleció veinte días después (20/12/56), sin haber recuperado la consciencia en ningún momento.

 “(…) El estado no puede quedar indiferente ante el proceso económico, porque entonces no habrá posibilidad de justicia social, y tampoco puede quedar indiferente ante los problemas de la salud de un pueblo, porque un pueblo de enfermos no es ni puede ser un pueblo digno. (…) En esta época de independencia política y económica, debemos afirmar también nuestra independencia científica. Debemos tener un sentido de afirmación propia y universal, sin menoscabo de lo extranjero, pero también sin aceptación servil. (…)” (1953)

Poco y nada se sabe de cuál fue el destino de su Señora y sus hijos luego de su muerte. No hay registros que indiquen que hayan retornado pronto a la Argentina, o si se quedaron a vivir en la ciudad de Belén, Brasil. Si tenemos una carta que escribe su esposa, a la hermana del Doctor Carrillo a fin de comenzar a tramitar los permisos para sepultar el cuerpo del médico en la Argentina. La  última intención de Ramón Carrillo, expresada en las cartas a su hermana enviadas desde Belén en los últimos meses de su vida, decía que anhelaba que su cuerpo descansara en su provincia natal de Santiago del Estero. El gobierno no hizo lugar al pedido, negando cualquier posibilidad de que los restos de Carrillo fuesen repatriados. En otra carta, la mujer de Carrillo expresa su indignación por las noticias del estado del patrimonio personal del médico difunto. Durante su ausencia su vivienda en  Buenos Aires había sido ferozmente  saqueada, y sus cuadros, libros, y objetos personales destruidos o robados.

A pesar de la insistencia de sus familiares, ni el Gobierno de Facto, ni los siguientes gobiernos democráticos de Frondizi o Íllia permitieron el regreso de los restos materiales de Carrillo para ser enterrado en su país natal. Recién en Diciembre de 1972, prácticamente dieciséis años exactos después de su muerte, el Presidente de Facto de la República Argentina el General Alejandro Agustín Lanusse firma el decreto por el cual se autoriza el retorno de los restos de Ramón Carrillo al país. Su ataúd fue recibido en Aeroparque por sus hijos, y una gran comitiva presidida por Arturo Jauretche  que mezclaba obreros, médicos, antiguos dirigentes peronistas, e inclusive militares retirados que habían sido muy cercanos a su obrar como Ministro de Salud.

Exactamente 16 años luego de su fallecimiento, en una ceremonia breve e intima, sus restos fueron depositados en la capital de Santiago del Estero el día 20 de Diciembre de 1972, donde descansan actualmente.

El General Lanusse también decretó una autorización para que se hiciera lugar al pedido de hijos y familiares para publicar los escritos y notas del Dr. Carrillo. Tanto el retorno de sus restos, como la autorización para que se publicasen sus ideas, fueron algunos de los resultados positivos que tuvieron las negociaciones entabladas por Juan D. Perón y el Gobierno de Facto durante su primer regreso a la Argentina en Noviembre de 1972, en vista a la inminente  a la salida democrática del gobierno militar que presidía Lanusse.

Sus escritos y libros, sin embargo, permanecieron casi en el olvido. La sombra gigante de los logros de este médico y verdadero estadista todavía opacaba cualquier intento por lograr una gestión sanitaria al menos notable. Recién entre los años 2003 y 2005, tras una serie de publicaciones en relación a su figura, la historia de este verdadero héroe ha sido nuevamente valorada en su justa medida dentro del ámbito médico y político.

 Sin embargo, falta mucho todavía para que este auténtico prócer argentino sea honrado  como se merece: es decir, que sus sueños de una salud igualitaria, sumada a una política social sincera se vean concretados, y vivamos en  un país donde la pobreza y la miseria como causa de enfermedad hayan desaparecido por completo. Su cita más famosa y más repetida, aún parece un sueño utópico... Pocos hoy en día recuerdan acaso, o han tomado consciencia de lo cerca que estuvo la Argentina de lograr materializar en obras esas palabras entre 1946 y 1954 gracias al esfuerzo, sacrificio, y la gestión de una persona que habiendo podido tener la vida cómoda y el reconocimiento de la investigación de vanguardia, prefirió vivir para los humildes, y morir con ellos lejos de patria…

“Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas.”(1944)

Autor: Rodolfo M. Lemos González

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