03.12.13: El incidente "CÓRDOBA”

NOTA DE OPINIÓN Miércoles 13 de Agosto de 2014

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¿Evolución o Involución?

“Desde entonces dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las Ánimas (…)” Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)

Autor: Rodolfo M. Lemos González

Durante años los hombres de ciencia se esforzaron por hallar un ser intermedio entre las bestias y los humanos que aún caminara sobre la faz de la Tierra. Los buscaron en las cumbres del Himalaya, en las regiones árticas, en las profundidades del continente africano, en la selva amazónica, en las llanuras caucásicas… No hubo caso. Esta suerte de sub-humano (o de súper-bestia, de acuerdo a qué lado del vaso se mire) nunca pudo ser arrinconado para su estudio, ni tampoco probada su existencia. Con el paso de los, años los científicos comenzaron a entender que la posibilidad de dar con este extraño espécimen (si es que existe todavía aún en alguna parte) era imposible. Sin embargo esa remota posibilidad sigue pesando en el imaginario colectivo de exploradores y fotógrafos que se mantienen alertas, expectantes, a la caza del  mito.

Sin embargo, a raíz de los últimos acontecimientos podemos suponer  que existe un sector de la población argentina que pretende llamar la atención o dar nuevas esperanzas a este grupo de científicos… Es un  grupo muy puntual, aunque cada vez parece crecer más. Existen de hecho, muy cerca nuestro. Seguramente en más de una ocasión hemos podido cruzarlos por la calle. Lamentablemente para los cordobeses, esta situación que podría parecer en principio cuasi cómica, es en realidad muy dolorosa. La dimensión de esta especie de clan villero es inaudita. Su opción colectiva por borrar de sus vidas cualquier rastro de civilización fue conocida públicamente de forma abrupta y violenta, en medio de un hecho que cambió para siempre la vida de muchos argentinos. Fue un suceso que, por su naturaleza y dimensiones, trascendió las fronteras de la provincia y del país, generando asombro y preguntas en el mundo entero. Algún sociólogo  podrá referirse a esa noche bajo el tecnicismo de  “incidente”… La historia tal vez lo recuerde  en el futuro como “el incidente CÓRDOBA”.  Para nosotros, los argentinos,  su recuerdo permanecerá siempre en la infamia. Fueron momentos que rozaron el tenebrismo de un cuento de Edgard Allan Poe: Terribles horas apocalípticas que empezaron cuando las sombras de la noche cubrieron ese veraniego martes 3 de diciembre de 2013. Esa noche la sociedad cordobesa pudo comprender qué sintieron los romanos durante las invasiones bárbaras… Por primera vez en décadas el miedo volvía a eclipsar el corazón de cientos de miles de ciudadanos, mientras sufrían en carne propia la fragilidad que aqueja a  un Estado de Derecho corrompido por la ineptitud de los gobernantes…

¿Quiénes formaban  esas oleadas demenciales que, como “zombis” alienados, se lanzaban enloquecidas sobre cuanto comercio, supermercado, u hogar apetecible se cruzaba en su camino? No eran los alienígenas de H.G. Wells, ni tampoco los piratas de Francis Drake que evocaba García Márquez… Eran  argentinos… Hombres, mujeres, y jóvenes que habían estado viviendo a escasos kilómetros del casco histórico de Córdoba Capital… Personas que parecían motivadas por el deseo de darle la razón  a los más fanáticos darwinistas que aún conservan sus equivocadas ideas acerca de una hipotética involución genética en los seres humanos que los convertiría eventualmente en una suerte de “seres inferiores”.

Sabemos que cualquier tipo de determinismo biológico es inadmisible al hablar de seres humanos. Lo que puede valer para un animal, creación carente de libre albedrío, no puede serlo para nosotros, los hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza. Nosotros tenemos ese toque celestial, esa esencia espiritual, que nos aparta de cualquier otra cosa que exista en el Cosmos. Todos los hombres nacemos iguales a los ojos de nuestro Creador. Sin embargo, Él nos hizo libres. Esta libertad encuentra su reflejo más fiel en la posibilidad que tenemos todos  de optar entre lo bueno y lo malo. La Historia de la Creación, de la Caída, y de la Redención están marcadas a fuego por el misterio y el enorme poder que representa esta libertad de elección que se nos ha sido concedida en forma plena.

Por lo tanto está en nuestras manos la construcción de un destino que apunte a la Gloria, de cara a la Eternidad. O, en contraste, podría darse el caso de un sujeto o un grupo social que por elección propia y libre, decida hacer de su vida un reflejo fiel de un  primitivismo animal.

 No es imposible entonces que, optando por esto último, acabemos un día convirtiéndonos en verdaderas bestias simiescas caminantes… Bestias, que a los ojos del mundo civilizado, puedan dar lugar a serias dudas sobre nuestra propia humanidad.

Razonablemente, no podemos admitir una involución genética hacia la perversión, que pudiera marcar nuestro camino desde el nacimiento. Pero si es posible hablar de una involución moral posterior a nuestro nacimiento que nos lleve indefectiblemente hacia la oscuridad.

 Algunos de nuestros conciudadanos parecen haberse puesto de acuerdo para vivir una vida entera dándole la espalda sistemáticamente a las enseñanzas de Cristo.

“Si no han podido encontrar hasta ahora a los eslabones perdidos de la humanidad, nos transformaremos nosotros en esos especímenes perdidos” pareciera ser el lema que guiaba sus paupérrimos espíritus entregados de lleno al vicio y la pereza… Lo sorprendente y lo perturbador radica en el hecho de que para transformar un ser humano moderno, educado, impregnado de los valores cristianos que hemos heredado durante siglos de tradición hispana y católica, es necesario un verdadero esfuerzo de perseverancia en el pecado…

Así, sus acciones de este presente, son el resultado de muchos años dedicados a una construcción frenética de una suerte de anti-civilización… Estas personas prácticamente han definido una nueva escuela filosófica: Tomando consciencia de su propia decadencia, lejos de buscar subsanarla, reclaman a viva voz  su derecho a permanecer en esa oscuridad cavernícola; desafiando, orgullosos de su vulgaridad,  cualquier intento del resto de la sociedad o del Estado por sacarlos de tan penosa situación.

El resultado no tardó  en aparecer frente a nuestros atónitos ojos. Un buen día, estas personas llegaron a la conclusión de que su metamorfosis decadente en una suerte de sub-especie se había completado… Habían tocado fondo, y ya no podían caer más bajo… Y así, sin más, decidieron presentar su anti-civilización  en  sociedad… Muchos habían advertido que ese día llegaría… Su ruidosa construcción de anti-héroes a través de miserables melodías cuarteteras, su ruin belicosidad, su necesidad exasperante de generar vergüenza ajena en todos los que se cruzaran en su camino, eran elementos largamente conocidos por todos… Sin embargo, la civilización subestimó el peligroso caldo de barbarie que se estaba cultivando a escazas cuadras de su ciudad… Y el costo fue terrible…

Nadie pudo salir del asombro cuando en medio de un conflicto policial, sin mayores aspiraciones que un pequeño aumento salarial, tuvo lugar el debut de esta nueva clase de argentinos, lanzados en multitud contra todo lo que era distinto a ellos: una vil cruzada contra el orden, la paz, y la ley... En última instancia, era una declaración de guerra abierta a la civilización… El primer brote compulsivo de barbarie en muchísimos años… Un azote tan incomprensible como inaudito contra una sociedad que durante décadas les había tendido la mano ingenua de la comprensión y los había tratado como a pobres “angelitos” inocentes, víctimas de su entorno...

Fue una noche terrorífica para todos los hombres y mujeres de bien que habitaban la ciudad de Córdoba. Una legión desbocada de resentidos, presas de una fiebre delictiva sin parangón, envueltos en una vorágine con tintes de desesperación, salió a las calles sin vigilancia a participar de un atracón de destrucción y pillaje como no se tenía recuerdo desde las Guerras con los Indios de la frontera.

Lo que para la sociedad cordobesa se vivió como tragedia, miedo, y sobre todo, sorpresa; para estos malvivientes fue una alocada noche de fiesta, descontrol, y ante todo, la exhibición pública de ese retroceso fenomenal que habían estado madurando durante años… Finalmente había llegado su día… Ese día de trueno, tan esperado por algunos, tan temido por otros…

 Salieron a la calle a convertir en hechos las barbaridades que cantaban insolentes sus reiterativas melodías populares que nunca habían dejado de aplaudir al delincuente y demonizar la autoridad. Una cultura de odio irracional, criada durante largos años entre paredes de zinc,  se hizo pública con estruendo revolucionario.

Nada pudo detenerlos en su frenesí de destrucción y violencia… Su derrotero hacia la involución los había llevado a anular cualquier tipo de freno inhibitorio…

Sin policías, nada pudo contener  su hambre desbordada de dañino exhibicionismo… Una sed inagotable de destrucción alentada durante años por pseudo intelectuales de la peor calaña. Los mismos teóricos de la “marginación social” que hoy justifican o apañan su obrar. Los mismos que los defienden, los victimizan, y de alguna forma, les dan la razón…

Esa noche representa un trauma social difícil de superar para los cordobeses. Una salvaje expresión popular, que buscaba ante todo demostrar que el eslabón perdido de la humanidad, ese mito de la ciencia darwiniana, aparentemente  existía… Demostraron ser portadores de una naturaleza degenerada, cuya existencia no se guía  por otra cosa que por los impulsos hormonales del momento. Por unos pocos descerebrados, la gran mayoría de la población paso una noche infernal en vela… Atrincherados en sus casas, atentos a las radios y la televisión que no podían explicar la dimensión de lo que ocurría, olvidados por las autoridades políticas, escuchando las risas, el tumulto, y los ecos de disparos aquí y allá que llegaban desde el exterior… Un panorama medieval, surrealista, fantástico, inverosímil…

 Algún día la Historia volverá sus ojos implacables hacia esa fecha… Una fecha que partió en dos la historia de la provincia, y dejó sentado un terrible precedente a nivel nacional. En una sola noche de violencia pensadores de todo el globo vieron cómo naufragaba en tierras argentinas cualquier idea de pacto social a lo Rousseau… Nunca nadie le había dado de forma tan contundente la razón a Hobbes y su Leviatán bíblico…

Demostró a todas luces la falacia de las medidas y políticas de “inclusión” de los gobiernos argentinos. Esas  medidas de “contención social” no habían hecho más que dar el sustento económico necesario para que estos primitivos clanes pudieran disponer del tiempo y las energías necesarias para dedicarse a su meticuloso esfuerzo involutivo…

Nunca algún país occidental conoció una cachetada más dura contra su sistema educativo…

Las palabras de Sarmiento y Avellaneda, que pregonaba en el s.XIX  la eficacia de los libros de texto para convertir al malevo en caballero, al bárbaro en ciudadano, al indio díscolo en soldado del progreso, fueron despedazadas con saña cuando se vino abajo la primera vidriera... Sus sueños de unidad social se incineraban minuto a minuto, mientras un enjambre de motitos sin patente hacía de las calles cordobesas un circo romano en pleno siglo XXI… Ciento treinta años de esfuerzo educativo fueron pisoteados en apenas unas horas de locura.

Desde entonces, y durante un largo tiempo, nadie volvió a hablar del tema… El “incidente Córdoba” fue archivado por la gran mayoría de los argentinos; que pensaron que silenciando todo podrían borrar de su memoria tan nefastos recuerdos… Miedo… Vergüenza…Dolor… Impotencia… Se había despertado la consciencia clara de que esos “eslabones perdidos” seguían allí, malviviendo a escasos kilómetros del centro de la capital.

De vez en cuando algunos de los protagonistas de esa noche de terror asoman sus rostros por las calles del centro de la capital. Visitan, sin ocultar una sonrisa de nefasto orgullo, los locales y negocios en los que estuvieron “divirtiéndose” durante varias horas amparados por la oscuridad, por la parálisis de una  sociedad encerrada en sus casas, y la ausencia casi total del control estatal…

Sobre los cristales rotos que cubrían las calles en la mañana del 04 de Diciembre del 2013, por encima del horror y el asombro flotaba también un tufillo a triunfo que habían dejado en el aire esas figuras sombrías que con las primeras luces del alba volvieron a sus escondrijos… Su botín principal no era la suma de bienes robados, o la cantidad de destrozos que le habían causado al patrimonio local: lo más importante era que se habían demostrado a sí mismos, y al resto de la ciudadanía, su capacidad de jaquear a discreción a toda la sociedad, imponiendo su propia ley (o la ausencia de ésta), su caos, y en última instancia su involución voluntaria y pre-meditada.

Fue un choque épico entre la civilización y la barbarie. Una barbarie que los historiadores ubicaban en el pasado, como si alguna vez hubiera sido verdaderamente erradicada de estos pagos por  la fuerza de las armas primero, o por  el esfuerzo estatal de mantener funcionando cientos de escuelas después…

 “Quién nos quita lo bailado” parecía ser el cántico mudo con que insolentemente desafiaban los habitantes de esos barrios periféricos a las inflamadas, pero impotentes, portadas y editoriales  de la prensa  en los días siguientes…

La cantidad de personas que estuvieron involucradas en ese verdadero “malón” post-moderno podría haber llenado varios edificios carcelarios de forma completa. Tal fue la magnitud del alud sub-humano que azotó muchas de las calles más antiguas y elegantes de la que alguna vez fue conocida como la “Docta” por su nivel educativo… Pero apenas un puñado pasó unas cuantas noches en prisión… La sociedad por miedo a que se repitiera ese evento apocalíptico o por la incapacidad de hecho de poder aplicar las severas penas que el Derecho estipula (para las cuales no existe un límite poblacional que las vuelva nulas) les emitió un indulto cobarde, tácito… Mientras, en su soledad, los cordobeses lloraban silenciosamente su dignidad violada…

Los  hombres de ciencia del mundo nos miran… Piensan, se preguntan, se desvelan tratando de imaginar cómo es posible completar el ciclo completo de una  involución tan llamativa en tan poco tiempo… Pero hay una sola pregunta que escapa a su razonamiento... Un interrogante que les quita el sueño a los intelectuales, y atormenta los corazones de los argentinos…

¿Cuánto tiempo pasará antes de que vuelva a ocurrir?

 

Autor: Rodolfo M. Lemos González

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